Eso es lo que eres. Al menos para mí.
Hoy, una vez más, ante mi cabezonería por no querer perderte me he puesto a observar tus fotos, esas que tanto me gustaban no hace demasiado tiempo. Y me he dado cuenta de que en realidad, no te conozco. Jamás lo hice. Me sé mejor que nadie tu exterior, tu fachada. Pero no sé más que eso. No puedo evitar preguntarme si en estos dos años, cuando te abrazaba... ¿Lo hacía a un amigo o a un completo desconocido?
Nunca me has preguntado sobre mi pasado, no te has esforzado en querer saber más de mí, pues supongo que sólo te interesaban mis sentimientos hacia ti. Nada más.
Es curioso porque a raíz de la última ocasión en la que me has hecho daño, cuando te veo en imágenes no puedo entender qué era lo que me resultaba tan cálido en ti. Sólo veo tu ego, tus mentiras, tu hipocresía, tu egoísmo. No veo nada de esa mirada que tanto me transmitía, ni nada de cierto en las palabras que me susurraste al oído la última vez que nos vimos.
Y es una pena que tenga que darme cuenta así, hubiese preferido que fueses tú quien me lo dijese.
Supongo que hasta los recuerdos tienen fecha de caducidad.