Así era él: La locura en persona. Nunca se le veía de mal humor. Y si lo estaba, siempre tenía una sonrisa para disimularlo. No dejaba que nada le afectase. Y es que... ¿No era mejor enfrentar a los problemas con humor?
Y esa alegría, esas ganas de pasárselo bien, me las contagiaba siempre. Aunque yo tuviese uno de mis días malos, era imposible estar alicaída en su compañía.
Aún recuerdo con cariño esos ataques de risa que nos entraban en las céntricas calles de Madrid. Esos en los que tenía que apoyarme sobre él para no desplomarme en el suelo. Esos en las que la gente que se nos cruzaba nos miraban pensando que estábamos borrachos y hacían una mueca de disgusto. ¿Te acuerdas? Estoy segura que sí.
Eso es lo que más echo de menos. Porque no necesitábamos nada más que un par de coca colas y muchas horas por delante. Y muchas, muchas ganas de reír.
Y la verdad es que... Contigo a mi lado aquellos días grises se disfrazaron de azul en muchas ocasiones, y eso... Siempre te lo agradeceré.