Ella se despertó a la hora de siempre, se desperezó, miró el reloj y se levantó.
Después de desayunar, vestirse y peinarse, salió de casa corriendo, con la hora pegada,
Como era habitual en ella.
Llegó a la estación asfixiada, pero estaba de suerte: el tren aún no se había marchado.
Subió y se sentó al lado de la ventana y se puso a escuchar música, aquella que la hacía volar
Y que la hacía sentirse grande.
Llegó a su destino, y a continuación cogió el autobús, del cual se apeó en la 7º parada.
Fue hacia su instituto, y entró en clase pasando desapercibida.
Sacó los libros, se puso la bata y comenzó a tomar apuntes.
De vez en cuando sus compañeras la miraban extrañadas, preguntándose por que ella
Estaba hoy tan callada.
Comenzó el recreo, salió al parque y mientras escuchaba música, se comía una manzana.
A la media hora, volvió a entrar en clases.
Estaba de suerte: la profesora no había venido, así que podrían marcharse a casa.
Miró por la ventana y vió el aguacero que caía afuera, por lo que se le quitaron las ganas
De marcharse. Además, los días nublados y lluviosos la deprimían en grado sumo.
Por lo que se quedó allí, sentada, mientras que sus compañeros salían de la clase.
Sonrió, ahora se sentía algo mejor.
Sacó su agenda y se puso a ojearla. Y de repente, se detuvo, sonriendo abiertamente
A algo que había anotado en algún día.
- ¿Qué haces aún aquí? - la preguntó una amiga suya que ella creía que ya se habría
Marchado.
- Nada. Llueve mucho y no quiero mojarme. Además, ¿sabes qué día es hoy?- contestó ella.
- Si. Miércoles
-No me refiero a eso. Hoy es 15.
- ¿y?
-Nada- susurró, sin dejar de sonreír.
-¿ Y a qué se debe tanta sonrisa ahora?
- A ÉL...
Te quiero, ojalá tenga más días como éste.
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