Regresó.
En parte porque tú le buscaste y en parte porque puede que él realmente lo quisiese así.
Volver a oír su voz tras dos meses fue como aplicar una descarga eléctrica a lo más profundo de tu corazón, a ese incógnito lugar que tú por propia precaución te habías encargado de cerrar y que sólo dejabas que lo que contenía aflorase de vez en cuando, cuando el dolor fuese insoportable y necesitases purgar esa pérdida en tu interior.
Volver a escuchar su voz, fue dejar la puerta abierta a los recuerdos, pues pasaron uno por uno ante ti en aquellos escasos 5 minutos. Volver a escucharle reír, a hacer planes contigo, a escucharle decir "¿Cómo estás?"
Eres fuerte y lo sabes. Pero todo lo que sientes por él te queda grande, tanto que ya no puedes moldearlo a tu antojo ni apartarlo cuanto más te convenga.
Pero una vez más, al finalizar la llamada, sonríes y te encargas de encerrarla en ese pedacito de ti que como sabes está a buen recaudo bajo llave. Pues esa es una de las llamadas que no puedes creerte, no otra vez, porque volverías a engañarte a ti misma y eso no está bien. Tantos engaños a la larga no pueden hacerte más que daño. Y es que... ¿De cuántas formas se puede destrozar un corazón y esperar de él que siga latiendo? Él ya lo había roto en muchas ocasiones, y tú sola te habías encargado de ponerle las vendas, tantas veces como él apareciese de nuevo.
Entonces te despiertas tal día como hoy, y te encuentras con una mención por su parte, un "ya queda menos" que no te esperabas y que por lo tanto vuelve a sacudir violentamente tu corazón. Aunque... mientras él mantenga esa distancia física, el daño no será comparable al que te causará si realmente vuelves a verle. Quizás va siendo hora de que vuelvas a mentalizarte, a aparentar que estás perfectamente, sólo por si acaso te lo vuelves a encontrar. Sólo por si en ese momento te pregunta "¿Qué tal estás?" Tú puedas sonreír y decir con esa paz que te caracteriza "Bien"
A pesar de que sea mentira.
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